EL ARTE DE RETOMAR EL RUMBO

Fueron necesarios varios años, pero ahora mis amigos y mi familia me apoyan mucho con mi alimentación y el ayuno. De hecho, la mayoría de ellos intentan tener cuidado con el consumo de carbohidratos refinados y ayunan de vez en cuando durante buena parte del año. Fíjate cómo he dicho “buena parte” del año. Normalmente, no lo hacen durante las Navidades, lo que me lo pone más difícil cuando estoy en una casa llena de turrones el día de Navidad.
No importa cuánto te apoyen (o no) tus familiares durante las Navidades, las tentaciones siguen bien presentes. A menudo siento que la casa de mi madre el día de Navidad es como un "fumadero de opio" y yo soy una fumadora adicta en rehabilitación. En mi caso, solo hay que cambiar el opio por galletas saladas. Puede ser muy tentador dejarse llevar por los carbohidratos durante esta época del año con tantos dulces a nuestro alrededor.
Mi mayor problema durante estos años ha sido el síndrome del “todo o nada”: o comía TODOS los carbohidratos procesados o NINGUNO. Fíjate que digo carbohidratos procesados; nunca he comido suficientes coles de Bruselas o brócoli... ¡o cualquier verdura!
Si cedía y me comía una galleta, acababa comiéndome toda la caja. Pensaba “¡a tomar viento!”. Unas horas después me sentía enferma, cansada y muy disgustada conmigo misma por lo que había hecho.
Tuve que aceptar que no podía llevar la dieta a la perfección todo el tiempo. Si continuaba con esa mentalidad, mi peso reiría rebotando de forma constante y nunca conseguiría que mi salud mejorara.
El enfoque de "todo o nada" puede funcionarles a algunas personas, pero me di cuenta de que a mí no. ¡Para nada!
Tan pronto como cambié de mentalidad, empecé a perder kilos. También me ayudó el que hiciera menos “trampas”. Podía comer patatas fritas de vez en cuando si realmente me apetecían, con le que dejaron de ser un alimento totalmente prohibido. Eso hizo que fuera más sencillo evitar las patatas fritas o las cocinadas con grasas poco sanas en las celebraciones especiales. Lo mismo me ocurrió con los panecillos, las galletas saladas y las galletas dulces. Además, tampoco me sentía tan tentada a comerme la caja entera de galletas porque no lo había “echado todo a perder”.
Conseguir esta mentalidad no es fácil. Tardé un par de años en aceptar la idea de que “todo o nada” no es una forma sostenible de vivir. Entretanto, ideé varias estrategias para que me fuera más fácil recuperar el rumbo.
¡NO PIQUES ENTRE HORAS! Vuelve a lo más básico y céntrate en las horas de las comidas. Desayuna, almuerza y cena bajo en carbohidratos y con grasas saludables.
Intenta que la comida más abundante sea el almuerzo.
Intenta cenar temprano, si es posible.
Entre las comidas, toma solo agua, té, infusiones, caldo...
Toma dos vasos de agua por cada taza de té y café que bebas durante el día, pero intenta mantener el consumo de té y café al mínimo.
¿Lo pruebas? Ánimo... estoy a tu lado.