EQUILIBRANDO MIS MICROBIOS

Desde que nos encontramos en el vientre de nuestras madres nuestro cuerpo ya contiene microorganismos.
Los genes bacterianos del feto y los de la madre empiezan a interaccionar desde etapas tempranas para ir formando el ecosistema microbiano del futuro bebé, una huella microbiana única conocida como Microbioma o Microbiota.
Y digo "huella" porque su composición puede variar totalmente de una persona a otra, no sólo en términos de cantidad o diversidad de microorganismos sino también en la calidad de la misma o de tipos de microorganismos que la conforman.
Y fíjate, que hasta ahora te hablo de microbiota sin mencionar al intestino, pues a pesar de que la cuna principal de microorganismos se encuentra en el intestino, también encontramos microbiota en la mucosa de órganos como la vagina, la vejiga, los pulmones, la piel y hasta el sistema nervioso central. Y... ellas se comunican entre sí; por lo que si aparece una infección en tu vejiga, vagina o pulmón, es probable que tu intestino tenga mucho que ver.
La microbiota intestinal está compuesta por una gran variedad de cepas de multitud de familias de bacterias y otros microorganismos (hongos, parásitos, ...) con sus correspondientes genes y metabolitos, que establecen una relación simbiótica, de apoyo mutuo, con su anfitrión.
Aunque los seres humanos compartimos buena parte de esos tipos de microorganismos, cada uno de nosotros alberga una combinación única, tanto cuantitativa como cualitativamente.
Cuando esta combinación se alterada, fundamentalmente por la mala alimentación , el abuso o el mal uso de antibióticos, el estrés, el sedentarismo, los hábitos tóxicos y la contaminación medioambiental, se produce cambios en la composición de la microbiota, empobreciéndola, por lo que se rompe el equilibrio y la comunidad microbiana crece a favor de aquellas especies que pueden atacar a su anfitrión, enfermándolo.
Este fenómeno se conoce como DISBIOSIS.
Este desequilibrio o disbiosis es capaz de generar alteraciones inmunitarias no sólo en el intestino sino en otros órganos y sistemas, ya que los propios microorganismos patógenos (bichitos malos) podrían aumentar la permeabilidad de la barrera intestinal (esto es, la capacidad de filtro de tu intestino). Esta barrera (mucosa) es la que controla el paso de sustancias (toxinas, bacterias, alimentos, nutrientes), por lo que, si deja de funcionar bien y empieza a dejar de ser selectiva, aumentaría el paso de toxinas al organismo y podrían ocurrir fenómenos de translocación bacteriana, donde las bacterias y microorganismos patógenos podrían migrar a otros órganos generando infecciones y enfermedades.
También, la misma disbiosis intestinal aumentaría el estado de inflamación y generaría cambios en el sistema inmunitario que aumentarían las reacciones adversas a alimentos y su consecuente aparición de cada vez más alergias e intolerancias.
De forma general, la disbiosis estaría asociada a un aumento del crecimiento o de la colonización de parásitos (parasitosis), hongos y levaduras (candidiasis) o de bacterias (principalmente, el clostridium y las arqueas) que, dependiendo de su localización pueden causar SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en intestino delgado) o LIBO (sobrecrecimiento bacteriano en intestino grueso).
¿CUALES SON LOS SINTOMAS DE ALERTA O PRESENCIA DE DISBIOSIS?
Lo primero que quiero que olvides es que la disbiosis está asociada a síntomas digestivos; puedes tener una digestión "aparentemente buena" y, aún así, tener síntomas de disbiosis que se manifiestan con otros signos y síntomas. Por ejemplo,
problemas intestinales sin causa aparente (el famoso intestino irritable)
gases, flatulencias o distensión abdominal tras las comidas (abdomen como de un embarazo de 3-6 meses)
sensación de que la comida "no baja"
nerviosismo o ansiedad aún cuando todo parece "estar bien"
picazón anal o nasal
pérdida o ganancia de peso inexplicable o sensación de estar hincha@
infecciones frecuentes (vaginales, urinarias o gripes)
déficits nutricionales en analítica que pueden manifestarse como: anemia crónica, leucopenia, déficit de vitamina D, folato...
eosinófilos o basófilos altos en hematología
ligero aumento de transaminasas o enzimas hepáticas en sangre
intolerancias o alergias a múltiples alimentos
heces flotantes o que se pegan a la superficie del WC
alergias o histaminosis en piel que pueden manifestarse como dermatitis, habones o "rashes" (erupciones que aparecen y desaparecen), ojos inflamados al despertar, goteo nasal constante/rinitis o migrañas
hongos en piel y uñas
otras condiciones asociadas: depresión, problemas de tirides, ovarios poliquísticos, migraña, mareos o vértigos, calambres, fatiga crónica, dolores musculares o articulares.
LA PREGUNTA DEL MILLÓN... ¿CUAL ES EL TRATAMIENTO IDEAL?
Asegurar un buen tránsito digestivo y calidad de la digestión y, esto se logra, trabajando lo principal: la alimentación.
Eliminar la presencia de microorganismos patógenos "exógenos"
Disminuir/inhibir el crecimiento o proliferación de los microorganismos patógenos que forman parte de la microbiota "comensal"
Repoblar/reforzar tus propias barreras de defensa
Aportar/reponer nutrientes claves en el proceso y, posiblemente, en déficit (vitaminas y minerales)
Reforzar tus canales depurativos (actividad del hígado y riñón)
Vigilar el factor estrés
El camino de la recuperación de una disbiosis no es fácil, implica más que un cambio de comida, un cambio profundo de vida y de la forma en la que nos relacionamos con el mundo.
En mi programa Equilibrando tus microbios aprenderás, en teoría y práctica, como mejorar y entender a tu microbiota intestinal. Son 30 días intensos para trabajar salud digestiva, microbiota e inflamación.
Espero que este blog te haya ayudado a entender-te un poco más y a encauzar tu propio camino.
Cuídate y deja que te cuiden.